CHERIFF


Quizá es de los restaurantes donde más gente he enviado a comer, quitemos el quizá, seguro que sí. Escribí sobre él varias veces en alguna de las publicaciones donde he colaborado, la última en el City Magazine, siempre que alguien se acercaba a mí a preguntarme dónde comer una paella, le enviaba al Cheriff, no tenía ninguna duda, y al final pensé que era el momento de escribir sobre él.
El problema que se me plantea es el ¿qué hacer? ¿Tengo que hablar desde la perspectiva de una larga trayectoria como cliente, o tengo que reflejar exactamente lo que me ha pasado un día 8 de agosto de 2012?
La verdad es que hemos pasado jornadas inolvidables en el Cheriff, interminables tertulias con el malogrado Joan Roy, con mi buen amigo Pere Cortés, y nuestras inquebrantables Teresa y Mariana, y reconozco que mientras escribo ésto se me vienen a la cabeza esas comidas en la época del Dossier Econòmic, y voy perdiendo la realidad de lo que realmente ha sucedido.
Creo que el resumen es que se les ha ido de las manos, se ha convertido en un garito más para los turistas, en una máquina de hacer dinero donde los clientes ya no importan, donde lo que realmente es importante es “cifrar”, donde la calidad pasa a un segundo plano y donde les importa un comino todo, absolutamente todo, desde el libro de reserva y los horarios pactados, a servirte un arroz quemado, que no “socarraet”.
La mesa estaba reservada, pues llegamos y no estaba preparada, la habían dado a unos turistas de esos que se presentan sin avisar pero como era pronto pensaron “nos da tiempo doblarla”. Pues a esperar.
Se inicia una discusión de otros dos turistas que se niegan a comer en una mesa que no está separada de las otras dos que tiene a derecha e izquierda ni tan siquiera por 15 cm, y que encima llevan esperando un buen rato sin que nadie les haga caso. Los señores se levantan y se van, y ya tenemos la mesa para el Sr. Fraile, lo peor, nos dejan las servilletas cubiertos y vasos de los anteriores señores, que seguro que estaban sanísimos y tenían un aspecto inmejorable, pero a mí personalmente no me apetecía nada usar esas servilletas redobladas. Al pedir que me la cambiaran, hasta se ofendieron, ya empezaba mal, muy mal. Tal era la separación entre mesas que había que compartir la cubitera, era imposible mantener una conversación y había que hacer esfuerzos para no probar la comida de tus vecinos, a lo mejor con suerte estaba buena y todo.
La comida, mejillones que estaban sensacionales, en su mejor punto de cocción y con ese caldo que sueltan tan insuperable.
Calamares a la romana, que después de pedirlos nos insinuó si no los queríamos a la plancha, menos trabajo claro. Lo que no saben, ni ellos, es que esta gente del Cheriff reboza como nadie en Barcelona, y sus calamares a la romana son sencillamente espectaculares, y con lo difícil que es encontrar buenos calamares a la romana en la ciudad, como para pedirlos de otra manera.
De segundo, como no, la paella Cheriff. Con claveles y castañuelas, que pena de arroz, que desastre, que malo y que decepción.
Tal es así que he decidido irme unos días  aAlicante a quitarme este mal sabor de boca. Es bien cierto que nunca en mis innumerables visitas me había fallado, pero esta vez, y es de la que tengo que hablar, sí.
De postre, un helado y para beber un verdejo de Marqués de Riscal.
Propina, ni un duro, ya se cobran el cubierto, 2 €.
Meditaremos sobre lo ocurrido, y seguro que sacaremos alguna conclusión. Lo que si tengo claro, es que le daré otra oportunidad, y lo que ellos deben tener claro, es que el verano se acaba, los turistas se van, y aquí nos quedamos los de siempre, y el invierno, el invierno es muy largo amigos.

CHERIFF    C/Ginebra, 15 ·  08003 Barcelona · Telf. 933100760

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